Dependiendo de cómo lo veas, todo el dinero que circula en un concierto pasa por sus manos. Live Nation no solo se dedica a organizar los eventos; también posee los recintos, controla la venta de boletos, administra artistas, y comercializa bebidas, comida e incluso agua embotellada. Su estrategia consiste en un sistema circular — el famoso “flywheel” — donde cada negocio impulsa al siguiente.
Desde que en 2010 fusionó sus operaciones con Ticketmaster, el principal promotor de conciertos y distribuidor de boletos a nivel mundial, la compañía ha construido un imperio que hoy cuenta con 390 recintos en más de 50 países.
En total, tiene participación en más de 425 subsidiarias, que van desde agencias de promoción hasta marcas de alimentos como Liquid Death, que ahora es el proveedor exclusivo de agua en muchos de sus eventos.
Liquid Death, que empezó en 2019 como una marca emergente en el mercado de aguas embotelladas y ganó rápidamente popularidad en conciertos, empezó a captar la atención de Live Nation. La compañía invirtió 15 millones de dólares en ella y, en 2021, firmó un contrato de exclusividad.
Desde entonces, Liquid Death se convirtió en el agua oficial de más de 120 recintos en Estados Unidos, siendo la única marca de agua que se vende en los eventos de Live Nation. Gracias a este acuerdo, en 2024 generaron 333 millones de dólares solo en ventas de agua, y Live Nation se quedó con una buena parte de esas ganancias.
Este modelo de negocio hace que sea casi imposible sufrir pérdidas: si una parte de la operación obtiene bajos márgenes, las otras ramas compensan con sus altos ingresos. Por ejemplo, un tour con poca rentabilidad puede ser compensado por las ganancias de las ventas de boletos y la reventa, que también están controladas por la misma empresa.
Live Nation gana cuando se venden boletos, cuando se consumen alimentos, cuando una marca paga por poner su logo en el escenario, y también cuando se adquiere acceso VIP.
Incluso invierten en agencias de representación, como Roc Nation de Jay-Z, o en promotores independientes que luego terminan trabajando para ellos.
El resultado de esta estrategia es un dominio casi completo: en 2024, Pollstar reportó que la compañía vendió 75000 millones de dólares en boletos y estima que sus ingresos globales por ventas superan los 10 mil millones de dólares.
Y de cara al futuro, su crecimiento continúa: en julio de 2025, anunciaron que adquirirán un 24% adicional de participación en OCESA, la principal promotora de conciertos en México, elevando su control al 75%.
Sus acciones también han experimentado un fuerte crecimiento en la última década, impulsadas por inversionistas que celebran su modelo de “flywheel”.
Pero la joya más valiosa para Live Nation sigue siendo Ticketmaster, que controla alrededor del 80% del mercado de boletería y casi un tercio de la reventa. Gracias a contratos exclusivos, garantizan que los conciertos de mayor envergadura pasen por su sistema. Quien no trabaja con Ticketmaster, difícilmente recibirá giras importantes.
Este modo de operación también tiene sus inconvenientes. El Departamento de Justicia de EE. UU. demandó a Live Nation y Ticketmaster por prácticas monopolísticas, alegando que obligan a los artistas a colaborar con ellos para acceder a los recintos, lo que, según la acusación, hace que “si un artista no trabaja con Live Nation, sus posibilidades de crecer sean casi nulas”.
La empresa, por su parte, sostiene que su éxito radica en su competencia y eficiencia, pero su estrategia va mucho más allá: busca cerrar todos los caminos fuera de su ecosistema. Desde la venta de boletos hasta la distribución de bebidas, cada dólar que entra en un concierto termina en sus manos por alguna vía.

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