Con sólo un par de líneas en su cuenta oficial de X produjo una caída considerable, no sólo en las principales Bolsas, sino que la onda expansiva alcanzó a las criptomonedas (sobre todo a las Altcoins) que sufrieron pérdidas de magnitud en cuestión de horas (se estima que se esfumaron poco más de 19 mil millones de dólares de dichas cuentas, todo un récord).
Como es usual en estos casos, los Bonos del Tesoro EE.UU. oficiaron como valor refugio; mientras que tanto el ascendente Oro como el Franco Suizo (CHF) lo hicieron en cuanto reserva de valor.
Si bien todavía el mercado en general no se acostumbra a las habituales bravuconadas de Mr. President, ¿había entonces algunos indicios de que podía desencadenarse algo parecido a lo sucedido el viernes 10?
Mucho viene hablándose de que el boom de la inteligencia artificial (AI) ha creado un círculo de retroalimentación positiva en el mercado: las subidas atraen como un imán más dinero, lo que provoca aún más subidas. Este efecto se ha amplificado por el crecimiento enorme de los Fondos Cotizados en Bolsa apalancados (ETF, por sus siglas en inglés), que mueven grandes volúmenes cada día y actúan como un “acelerador artificial” del mercado. En efecto, aproximadamente dos tercios de estos ETFs están concentrados en tecnología e inteligencia artificial, y si se adiciona los que siguen al S&P 500 (ETF SPY, por ejemplo), la exposición total sube al 83%, ya que las “7 Magníficas” representan casi el 40% del índice. En resumen: la euforia por la AI y el uso masivo de ETFs apalancados vienen potenciando las subidas del mercado de forma automática. Se viene advirtiendo desde hace varias semanas que el mercado está demasiado cool.
Pero cuando todos están en el mismo lado del barco -como reza el dicho-, “basta una sola ola para desequilibrarlo…” y esta vez fue una “ola” del inefable Donald Trump.
La complacencia también es una posición, y suele salir cara cuando cambia la marea.
Es por eso que otro riesgo relevante proviene de los fondos gestionados por los CTAs (asesores de inversiones profesionales que utilizan estrategias sistemáticas para operar al contado, futuros y derivados en mercados globales y que, por tanto, mueven fortunas institucionales en los EE.UU., como son los fondos de pensión y retiro, fondos de sindicatos de trabajadores estaduales, universidades, etc.). Según McElligott de Nomura Securities, si el mercado llegara a caer un 3%, estos fondos gestionados por los CTAs se verían obligados a vender más de 150.000 millones de dólares, como consecuencia de sus modelos automáticos de reducción de exposición. Una ponchada de guita.
Dicho esto, ¿por qué entonces el mercado parece haber dejado atrás el mini crash del viernes 10, y proseguir -en consecuencia- en una tendencia alcista?
Como siempre ocurre ante estos casos, las respuestas suelen ser múltiples. La primera, la más obvia quizá, viene por el lado del ya mencionado boom protagonizado por la AI (por citar sólo un ejemplo reciente, el gigante taiwanés TSMC -el fabricante de semiconductores más grande del mundo que tiene como principales clientes a Nvidia y Apple- reportó ganancias récord este 16 de octubre). Otro catalizador que anda dando vuelta: el (altamente) probable recorte de 25 puntos básicos de la Tasa de Referencia por parte de la Reserva Federal de los EE.UU. (la Fed) programada para el 29 de octubre (a los que podrían sumarse, luego en la reunión de diciembre, otros 25 pbs más). Otra respuesta la podríamos encontrar si se pondera correctamente la magnitud de la incesante cantidad de liquidez a nivel global (sobre todo del G-7).
Y hay más: si hurgamos en la historia de los doce Bull Markets (mercados alcistas) de los últimos casi ochenta años, y basándonos en un cuadro confeccionado por Ryan Detrick, se puede observar lo siguiente:
Fuente: Carson Investment Research
Se advierte aquí que el actual mercado alcista lleva apenas 3 años de duración (frente a un promedio de 5,5 años y a una mediana igual a 5,0 años de la serie); mientras que el incremento porcentual del S&P 500 es del 88,8% (frente a un promedio de 191,6% y una mediana igual a 114,4%). Aclaración importante: si bien la historia no tiene por qué repetirse, suele a veces “rimar”.
Según distintas estimaciones de varios bancos de inversión, éstos ubican al S&P 500 en torno a los 6.900 puntos para fin de año (algunos, incluso, lo sitúan cotizando en 7.100). Seguramente, las proyecciones de mayoría de ellos quedarán un tanto lejos -en más o en menos- de la cifra en definitiva que se cante el último día de diciembre.
¿Qué hacer entonces? Si se parte de la premisa de que “nunca hay que ir en contra de la tendencia”, ¿mantenerse, por lo tanto, high up? O, por el contrario, ¿esperar una corrección para “comprar la caída” (buy the dip)?
De inclinarse por esta última opción, no viene nada mal tener en cuenta lo que alguna vez dijo el legendario Peter Lynch de Fidelity Investments: “Se ha perdido más dinero intentando prever las correcciones y protegiéndose frente a ellas que soportándolas realmente”.
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