La concentración es desigual y refleja con claridad la estructura urbana de la provincia. Rosario se lleva la porción más grande: allí residen 121.829 hogares inquilinos, seguida por Santa Fe capital y su departamento, con 44.154. A cierta distancia aparecen dos polos importantes del interior: Rafaela (departamento Castellanos) con casi 17.700 hogares y Venado Tuerto (General López) con alrededor de 17 mil. Luego se ubican en un segundo pelotón ciudades intermedias como Reconquista,Esperanza y San Lorenzo, que rondan los 10.600 hogares cada una.
La composición de los hogares ayuda a entender mejor las dinámicas locales. Tanto en Rosario como en Santa Fe capital predominan los hogares unipersonales: más de 51 mil en el caso rosarino y unos 16.500 en la capital. Les siguen, con algo más de la mitad de esa cantidad, los hogares de pareja con hijos. Pero la clave está en los matices: mientras que en Santa Fe se repite un patrón común al resto de la provincia —con una suerte de empate entre las parejas solas y los núcleos incompletos—, en Rosario aparece una diferencia significativa: allí las parejas solas superan en número a los hogares monoparentales. La tendencia parece dar cuenta de cambios más profundos en la estructura familiar, asociados a la caída de la natalidad y a nuevas formas de convivencia.
En las ciudades medianas/chicas, es diferente
El panorama cambia en las localidades intermedias, como Rafaela, Venado Tuerto, Esperanza o San Lorenzo, donde el peso de los hogares unipersonales es prácticamente igual al de las parejas con hijos. Esto puede sonar a equilibrio, pero en realidad enciende una alerta: si la demanda de vivienda es tan diversa, los gobiernos locales enfrentan un doble desafío. Por un lado, garantizar suelo y servicios para acompañar la expansión urbana; por otro, ofrecer una oferta habitacional que no quede por detrás de la demanda.
Cuando se observa la situación de los hogares inquilinos bajo la lupa de las privaciones y las Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), emerge un mapa mucho más desigual. En promedio, alrededor de uno de cada cuatro hogares inquilinos en Santa Fe (26%) atraviesa algún tipo de privación, y casi un 5% vive en condiciones de NBI.
Sin embargo, la distribución territorial marca una diferencia profunda. Rosario y La Capital, que concentran el grueso de los inquilinos, muestran indicadores muy por debajo de la media provincial: son ciudades con mayor cobertura de servicios y acceso a infraestructura urbana, donde ser inquilino no se traduce automáticamente en condiciones de precariedad.
La geografía inquilina de Rosario
En Rosario, la centralidad urbana sigue marcando el pulso del mercado de alquiler. El área céntrica concentra la mayor cantidad de hogares inquilinos, aunque no de manera homogénea: la trama se organiza alrededor de corredores bien definidos.
Las calles San Juan y Mendoza, junto con la avenida Pellegrini en dirección este-oeste, y los ejes Maipú–Las Heras de norte a sur, funcionan como verdaderos ordenadores de la oferta habitacional.
En torno a estas vías se concentran las mayores densidades de inquilinos, en un patrón que responde tanto a la localización céntrica como a la conectividad y la presencia de servicios urbanos. Un dato llamativo es la correlación entre la cercanía a hospitales y la densidad de inquilinos.
Alrededor del Hospital Provincial de Rosario, en pleno centro, y del Hospital Centenario, que proyecta su influencia sobre los barrios Alberto Olmedo y Nuestra Señora de Lourdes, la oferta de alquiler se intensifica. Allí confluyen trabajadores de la salud, estudiantes y pacientes que requieren estadías prolongadas, configurando un mercado específico.
La peatonal San Martín constituye por sí sola un ecosistema de alquiler, donde conviven pequeños departamentos, unidades temporarias y viviendas consolidadas, reflejo de la intensidad del uso urbano en el corazón comercial de la ciudad. Dentro del área central, dos polos concentran la atracción: la intersección de San Juan y Francia y la de Mendoza y San Martín. Entre ambos, la cantidad de inquilinos disminuye para volver a crecer al acercarse al otro extremo, dibujando un patrón ondulante en la cartografía del alquiler.
Fuera del centro, la dinámica se diversifica. Los barrios cerrados muestran una cantidad significativa de inquilinos, rompiendo con la idea de que estas urbanizaciones son exclusivas de propietarios. Pero eso merece un informe aparte.

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